Nacido en la provincia de Maria Trinidad Sánchez (Nagua), municipio de Cabrera, Paraje Gina Clara, sección Abréu, República Dominicana el Jueves 22 de enero del 1948.
Mi madre Salomé Acosta García, mi padre Emilio Antonio Germán. Soy el tercero de 9 hijos, 2 hembras mayor que yo. Nacido con una comadrona llamada Teolinda, dicen que cuando me vio dijo: Varón. Esto lo he demostrado a través del tiempo; y se lo debo a mis padres a quienes les estoy muy agradecido. Me dieron la educación de aquel tiempo cuando no se pensaba mucho en la educación como hoy. Sólo hice un tercero pasando a cuarto de primaria, dada las condiciones de ese tiempo.
En lo que mis padres no se descuidaron fue en la parte espiritual. Mayormente mi madre, cosa que yo le agradezco en el alma. Como sabrán nacimos en un hogar cristiano donde todos los días en la noche y al rayar el alba había que estar en pies. Juntos la familia. ¡Qué gratos recuerdos de mi paterno hogar! Eso no lo olvido. Al cielo voy por ese dulce hogar. Que las decisiones no fueron las mejores… para mí sí que lo fueron. Y le agradezco a Dios por ello, y por lo que pudieron hacer por mí bajo, sus condiciones. Amen. ¡Gloria a Dios!
En ese ambiente creció nuestra familia, que hacíamos como nuestro padre, que fue un gran agricultor. Eso nos enseñó y desde que pudimos ir al conuco allá fuimos tras nuestro padre. Al ir creciendo, siendo el mayor de los varones sobre mi recaía la responsabilidad de casi todo lo que papá no hacia. Al ir creciendo mis responsabilidades crecían: ir al conuco, buscar leña, víveres, mudar los animalitos que teníamos (caballos, vacas, puercos). Esto era una rutina diaria, (recuerde que esto había que hacerlo mañana y tarde antes de ir al conuco, al regreso de la escuela). Pues debíamos trabajar en la mañana y como ir a la escuela no era si los padres querían; tenían que desprenderse de nosotros en la tarde, aun en contra de su gusto. Cosa que hacían controlando el tiempo con el sol y hasta el más mínimo minuto. Nos tenían en el corte, como se decía en aquel tiempo.
Recuerdo muchas veces el conuco (que estaba retirado de la casa)…en “los Soyos”…para escribirlo como se le decía allá entonces. Que para no llegar tarde a la escuela y poder tener algún “ratico” para jugar, teníamos que hacer el recorrido corriendo el camino del conuco a la casa. No nos bañábamos, pues sólo se hacía a veces, una vez al día cuando lográbamos que se nos dijeran “Vete”.
Míre, era como cuando usted suelta un animal, pues era el único escape que teníamos. Escuela de 2 a 5 y media; llegar a la casa para hacer los oficios de rutina de animales y si no había leña… buscar leña. Cosa que a veces al ir de regreso del conuco se nos encargaba dicha tarea. ¡OH Dios, Gracias te doy por ese tiempo!
Ya en la casa cayendo la noche, terminado los oficios; debíamos prepararnos para ir al culto. Si era en la iglesia o en una casa de un hermano o amigo. Y no era si uno quería, sino que había que ir con los viejos a la cabeza. Al regresar, juntarnos en familia para orar y a la orden de acostarse todo el mundo a su lugar. Nadie se podía quedar fuera del hogar, pues el viejo cerraba la puerta y ¡quien sería el que se atreviera a abrirla!
Esto duró hasta los 16 años para mí, que fue cuando comencé a tener alguna libertad, cuando los otros varones crecieron. Y aunque mi responsabilidad como mayor aumentaba, ya no tenía que bregar con los animales, leña y otras cosas.
Ya había tenido que dejar la escuela. Yo fui un muchacho que rápidamente me di a conocer como un gran agricultor. Mayormente, como fui un muchacho que me desarrollé sano y fuerte. Me cree el orgullo de que en el “corte”, como se decía allá… yo no andaba detrás de ningún “super hombre” de esos de allá ( Andalio, Dima Faña, Dima Amaro, Chago, Bartolo, Basilio, mi papá y muchos otros más). Que cuando cojían ahí con un machete, había que andar rápido para ir con ellos. Y entre esos leones yo me abrí paso. Y era respetado… como debía suceder al viejo, me fue soltando los conucos a mi responsabilidad y la verdad que la supe asumir como el fuerte de la agricultura.
Rápidamente me hice un gran sembrador de maní, enseñado por un señor llamado Bartolo, junto de otros jóvenes como: Daniel José y otros nos hicimos famosos en la siembra de maní. Pero yo resalía por encima de ellos, así que fueron unos años que trabajando mucho…nosotros gozábamos en esas cosas.
¿Cuál era nuestra diversión los domingos en la tarde? Jugar pelota en algún patio, mayormente donde Migüela o a veces jugar “mate velluga” o un tira piedra o a veces juntarnos en una casa del sector. Algunas veces, cuando nos dejaban, ir al chorro, cosa que no era siempre. Esa era nuestra diversión.
Como a los 16 años, me bauticé, no sé por qué. La verdad es que no tenía conocimiento de lo que estaba haciendo. En esa edad comencé a enamorarme siendo mi primera enamorada Yolanda, una lindísima muchacha. Pero eso no paso, o más bien, pasó sin pena ni gloria. Luego Priscila Gladys, con quién hice mi primer compromiso. Esos amores terminaron. Nos separamos en la comunicación y durante 20 años jamás nos dirigimos la palabra. Ella se casó y yo me enamoré de otra santa muchacha.
Otra vez los viejos y Mingo se reunieron ha hacerme un nuevo compromiso con la joven Maria Enela Álvarez. A los 3 meses nos casamos y no fue antes porque cortando un pilotillo para la casa donde íbamos a vivir, me corté con el hacha y me duró mucho tiempo para sanarme.
Habiéndome casado María quedó en cita, al cabo del tiempo tuvo una hermosa niña: ¡Mary! ¡Qué santa mujer me dió Dios! Pero como era tan buena, no me duró mucho. A los 3 meses de dar a luz la niña; María enfermó y no sanó jamás. Al cabo de 15 días Maria se fué con el Señor. Tuve que pasar por una tremenda experiencia. Primero con su enfermedad y luego el día que murió; pues murió en San Francisco de Macorís y se me murió a mi sólo. Un joven sin ninguna experiencia. Pero Dios me guió, con la ayuda de un joven que creo que fue un ángel que Dios me puso, me pude llevar el cadáver hacia mi casa Gina Clara. ¡Qué tragedia!
Pasaron los días, meses y la verdad es que no me supe reponer de esta tragedia. Me depravé, perdí el interés en todo lo espiritual. Como hombre materialista al fin, decidí venir a la capital.
Que día más duro en mi vida, ese día en la tarde, para venir a la capital. Bajo lloros mío y de mi familia. Salí escoltado por mi madre, ella leyendo el libro de los proverbios me sacó hasta donde pudo aguantar y llegué a la capital donde todo me era distinto. Comencé un proceso de aprendizaje que no fue tan fácil. Recuerdo que me llevaron al Palacio Nacional donde el general Osiris, al lado del despacho de Balaguer. Él era el secretario de estado de las FF. AA. Éste me mandó hacia el Ejército Nacional en su carro. Recuerdo que cuando el chofer arrancó, por poco me salgo de esa limosina. Lo que le causó risa al chofer. Y cuando entró ese carro a las oficinas del Ejército, todo el mundo se quedo admirado ¿Quién era ese que lo habían mandado en ese carro? Me entregaron al teniente Pimentel quién me ayudó mucho. Al otro día comencé la rutina de practicar la pelota y la verdad es que todo me fue tan diferente a lo que yo había vivido.
Se me entregó un uniforme, ¡Qué raro fue esto! Pues, aunque yo jugué pelota, nunca me había puesto un uniforme. Cuando comenzaron los entrenamientos, ahí fue que la cosa se puso dura. Pues la pelota organizada no es como se ve. Aunque es un juego, hay un entrenamiento fuerte. Como dice Pablo, hay que prepararse. Las cosas no salieron como yo quería, pero nos enrolamos en eso y ahí duramos unos años entre pelota y levantamiento de pesas. Hasta que fuimos a San Isidro junto a los demás peloteros a hacernos verdaderos guardias.
Duramos allí 6 meses, al cabo de los cuales, perdí el interés en la pelota. Nos hicimos un verdadero guardia. Aprendí la vida de un guardia, me desconecté por completo de la vida espiritual. Comencé una vida de pecado a todo dar, nos trasladaron para Santiago y aunque allí tenía algunos contactos con un muy buen amigo cristiano Sargento, siempre me le escapaba para hacer las cosas malas y a jugar pelota. Pero ya por afición o parranda. Nueva vez volví a la oficina principal del Ejército para integrar el equipo de levantamiento de pesas. Al llegar allí, buscamos otra vez, nuestras viejas amistades, que no eran de ninguna ayuda. Visitando bares y lugares no buenos, duré unos 6 meses ahí cuando pasaron los juegos militares de ese año. Fui donde el general Osiris, quién a solicitud nuestra nos traslada a Macorís, donde volvimos a tomar rumbo no bueno, haciendo las cosas que hace un guardia sin Cristo en el corazón. La guardia en Macorís era dura y a los 2 meses volví donde el general, ahí yo no tenía problemas para verle y me traslado a Nagua. Pero ya en Macorís, me vino el deseo de dejar la calle como se dice y buscarme con quién hacer un hogar.
Recuerdo que estando en Macorís, me fue a visitar mi papá, no sé cómo lo llevaron a un lugar que era de mis favoritos. Y cuando llegó me halló con una mujer sentada en mis piernas. FUE LA VERGÜENZA MÁS GRANDE QUE HE PASADO EN MI VIDA. La arranqué de ahí y me fui con mi papá. De camino hablamos de todo… menos de eso que el vio con esa muchacha. Luego en su estilo característico me mandó una carta sobre ese asunto; pero con muy buenos modales la cual conservé por mucho tiempo. A lo cual a su contenido le puse mucha atención.
Fue entonces que mi hermano Félix decidió engancharse a la guardia, lo cual no tuve problemas para ayudarlo, por las buenas relaciones que tenía con el general Osiris y su ayudante el mayor Lucas. Cuando Félix se hizo guardia fui a visitarle a San Isidro. Allí hablamos de todo un poco, al final de la conversación le pregunté por los amores de Lucila y él. A lo que me dijo que no, que nunca había enamorado esa muchacha. Que “a él le gustaría que yo me enamorara de ella por lo buena que ella era”, a lo cual guardé silencio.
Como yo ya le había escrito a mamá, que quería casarme pero que no me quería casar con una pueblerina. Ella me mandó a decir de esa muchacha, pero con la objeción que no se sabía si Félix estaba enamorado de ella pues ellos eran amigos. También la objeción de que era católica. Arranqué para allá, habiéndole ya mandado a decir a mi familia que iba con ese propósito, a lo cual, cuando llegué ya tenia un mundo hecho con mis hermanas que eran muy amigas de Lucila. Además ya Antonio y Noemí estaban enamorados. La verdad que las cosas me salieron más fáciles de lo que yo creía. Así me dirigí a la casa de Lucila. Allá estaban todos, ambas familias, y todo comenzó ahí.
Salí de ahí con el mundo hecho. Regresé a la capital ya un guardia comprometido, cuando pasaron los juegos militares de ese año, regresé a Nagua para estar más cerca del asunto en cuestión. Me enamoré locamente de esa linda muchacha y comenzamos los preparativos para casarnos. Recuerdo que la idea era casarnos en Diciembre, que es cuando los guardias se casan. Pero ¡qué horror para mí!, en Octubre me llamaron para ir a practicar para los próximos juegos militares. ¡Qué dolor más grande para mí!, pero no tuve más que salir.
Ahí comenzaron las conjeturas acerca de los amores con mi muchacha que tanto yo esta queriendo: “que salí de Nagua como lo hacen los guardias para dejarla plantada”. Bueno un mar de cosas, pero no era así. Recuerdo que al llegar a la capital y juntarme con mis viejos amigos esa noche, como ya se asomaba la Navidad…nos fuimos a un bar y puse un disco mas de 30 veces “Navidad, que triste Navidad. Porque a quién quiero no está”.
Pasaron los días, comenzamos a hacer arreglos para ir en Diciembre a casarme. Me alistaron mi muchacha, compre algunas cosas: un colchón de guata, una estufa de mesa, cuatro sillas y algo más. Busqué una casa de 10 pesos y el 23 de Diciembre salí para allá de lechuza. Pero no había fecha de matrimonio, todo se arreglo cuando yo llegué el 24; día de nochebuena nos casamos. ¡Cuánta agua! El brindis fue un huacal de refresco caliente. Dormimos dónde mamá, ella con Lusila y yo en la sala. El 25 bajó Mon a traernos hasta la pista para venir por Moca. Llegamos a la capital alrededor de las 12, desde entonces estamos juntos. Ahora han transcurrido 34 años de matrimonio muchas cosas.
Cuando pasaron los juegos del siguiente año, me fuí otra vez a Nagua pero ya casado con mi linda mujer. Todo un escándalo en Nagua, cuando muchas vieron esa mujer. Total recogimiento para mí. Pues yo no entraba en cuento con esa mujer. Luego se me metió en la cabeza irme de la guardia y al cabo de cumplir un mes…fui y me enganche a la Policía. Pero en contra de mamá.
Deje a Lucila en mi casa, como a los dos meses, ya policía. Volví, pero no para traerla, pero ella me dijo: “Yo no me quedo. Yo me casé para estar contigo”. Agarré mi mujer, salimos con los trates que teníamos que estaban en Nagua. Yo estaba de puesto en Guanuma, salimos de donde mi abuelo Mingo que vivía en Cabrera, bajo agua. Llegamos a la capital; yo no tenía casa donde entrar a Lusila. Dejamos los trates en la Barquita, pues así se llamaba el puesto de la PN que estaba ahí.
Llegamos a Guanuma, ella durmió en la casa de un policía y yo en el cuartel. Esa misma noche conseguí una casa alquilada por 10 pesos. Busqué los trates al otro día. Duramos un tiempo ahí, pero ahí fue donde el diablo me enredó por completo. Hice una gran amistad con varones y hembras, comencé a jugar pelota de nuevo. Ahí me hice famoso, me llamaban “Tipo Tanque”. Hice unos equipos de niños, que eso era un hormiguero en la casa de Lucila.
Pero me perdí por poco, queriendo a mi mujer, destruyo mi hogar, cuando ya las cosas estaban al rojo vivo…en menos de 2 horas me mudé de Guanuma. Después de tener casi 3 años viviendo ahí fue una sorpresa para todo el mundo. Pero fue lo que salvó mi matrimonio. Esa mudanza fue porque ese día, sucedió algo que ponía en peligro a Lucila y yo lo había dicho. “Todo se vale, menos tocarme a esa mujer, ni físicamente, ni en palabra”. Por lo cual en menos de 2 horas sin tener casa en la capital me mude a la capital…hasta el sol de hoy.
Duramos 8 años sin tener hijos o hijas, estando ya en la capital me traje la primera hija que tuve, ella contaba con 8 años de edad. A lo poco Lucila salio encinta, vino Ruth, después Maria Esther (Salomé) y luego Miosotis. Ruth nació en el Capotillo, luego las otras 2 aquí en Los 3 Brazos.
Lucila empezó a visitar la asamblea de Betel, luego yo me uní a ella y pude organizar mi vida. Como ya me había bautizado, los ancianos de Betel me aceptaron en comunión y durante 8 años estuve en Betel hasta que mis padres vinieron a Santo Domingo al barrio 24 de abril. De ahí ya yo estaba en Los 3 Brazos con mi familia, luego ellos vinieron a vivir aquí a donde viven, al cabo de muy poco tiempo.